martes, 9 de abril de 2013
Tanto pesas, tanto vales

Por Fernando PASTRANO

Sólo era cuestión de tiempo. Ya me lo veía venir hace más de un año cuando denuncié (¡qué pretencioso!) en este mismo blog, “Obesidad y exceso de equipaje” esa campaña internacional contra los gordos que ahora es más que evidente. En su obstinación de cobrar por todo, las aerolíneas han franqueado ya esa delgada (o gruesa, en este caso) línea roja que es el peso personal, corpóreo, del pasajero. Y no ha sido la innombrable irlandesa, sino Samoa Air, una compañía chiquita pero, por lo que se ve, matona..

Samoa Air ostenta ya el dudoso honor de ser la primera aerolínea que cobra al peso.

Reserva de billete de Samoa Air donde figura el peso del equipaje y el del pasajero

Reserva de billete de Samoa Air donde figura el peso del equipaje y el del pasajero

Como lo leéis, un “fat tax”, o impuesto para gordos. No es que vuestro billete os de derecho a X kilos de equipaje, no. Es que vuestro equipaje, pesado junto a vosotros mismos, da el índice por el que os cobrarán el viaje. En la web de Samoa Air (a partir de ahora la línea caradura) lo explican clarito: “Mantenemos las tarifas aéreas justas, cobrando a nuestros pasajeros sólo de acuerdo a lo que pesan. Usted es el dueño de su tarifa. No más tasas exorbitantes de exceso de equipaje. Su peso más su equipaje, eso es lo que paga. Simple”. Y el jeta del director ejecutivo, Chris Langton, se atreve a apostillar: “No hay tasas extras en términos de exceso de equipaje ni nada, es sólo que un kilo es un kilo”. ¿Entendido?
La cosa es simple y desvergonzada. Por internet hacemos la reserva teniendo que rellenar una casilla con el peso del equipaje y otra con nuestro propio peso. De la suma de ambos se establece la tarifa a pagar. En el aeropuerto, antes de embarcar, se nos pesa en una báscula para comprobar que no hemos mentido, o que la noche anterior hemos cenado más de la cuenta.
Samoa es un pequeño archipiélago (dos islas principales y varios islotes) en el Pacífico Sur, al este de Australia, que se independizó de Nueva Zelanda en 1962, antes había sido colonia alemana. Sus 170.000 habitantes viven fundamentalmente de los cocoteros (aceite) y empiezan a sacarle rendimiento al turismo. Mal comienzo. Muy cerca hay otros “paraísos” como Tahití (Francia), Fiji, Tonga, Vanuatu, Kiribati… que de momento no discriminan a los pasajeros gordos.


La pequeña aerolínea caradura (dos avionetas de 9 asientos y una de 3), que nació el año pasado, pretende justificar la medida como una ayuda para erradicar la obesidad galopante del archipiélago (sic). Según la OMT, el 75 % de los samoanos padecen sobrepeso. ¡Y yo que tengo que ver con eso!. Si prospera, no sería extraño que se contagiase a otras aerolíneas. Ya nos imaginamos cual sería una de las primeras en abrazar la idea. ¿Y qué va a ser lo siguiente? ¿Que cobren más a los asmáticos calculando el oxígeno “extra” que van a consumir? ¿Que calculen las ventosidades que expele cada viajero en función de la alimentación que ha tenido en los tres días anteriores al vuelo y que se les cobre por el enrarecimiento “excesivo” del aire y su posterior higienización? ¿Que en función del índice de abrasión de la ropa que llevemos en el vuelo, se nos cobre por el desgaste “anormal” de la tapicería de los cada vez más incómodos asientos? ¿Que se nos controle la temperatura corporal y se nos haga pagar por esas décimas de más que sumadas a las de otros pacientes (perdón, viajeros) obligan a potenciar el aire acondicionado frío, lo que incrementa el gasto en la ventilación de la cabina?…
En fin, que si la unidad viajera ya no es la persona, si no el kilo, insisto en que la única forma de que me piense su aceptación por mi parte sería que, en esta nueva democracia que al perecer hay que refundar, a la hora de ejercer el derecho al voto se hiciera bajo la máxima “Un kilo, un voto”.
¿Y si nos dejamos de tonterías y nos centramos en dar un buen servicio, unos precios justos, unos itinerarios sensatos y un trato agradable?